jueves, 7 de julio de 2011

Pensamientos sueltos

A veces me pareciera que el tiempo no ha transcurrido, caminando en el desierto encontré agua, pero me pregunto…si acaso es sólo un oasis.  Revisando archivos antiguos, viendo imágenes del pasado, recuerdos que ya creía olvidados, dan prueba que aun están latentes en mi subconsciente. No sé por qué, presentándose en las noches en forma de pesadillas o simplemente sueños sueltos…
He cambiado mucho, lo reconozco. Pero no he de negar que esta nueva Lili se siente mucho más realizada que la del pasado. Y aunque tengo que reconocer que algunos daños se me han vuelto perpetuos y etéreos, así mismo tengo que agradecer el haberlos sufrido, pues, de otra forma no sería lo que soy ahora. No apreciaría lo que tengo ahora.
Y hablar de agradecimiento, es un tema tan vasto, que no me da alcance el tiempo para el pensamiento.  Creo que una de las claves para la felicidad está ahí, en agradecer lo que tienes, nos lo repiten tanto que las palabras pierden su sentido; sin embargo, cuando lo vives te das cuenta de lo valioso que es poder manifestar aquello. En los recorridos de mi vida, conocí a un tipo, se podría decir cabecilla –si se le puede llamar así- en una religión, el tipo era querido, estimado y amado por muchos, donde iba le rendían trato especial, pero en familia, era un idiota completo; temo que estaba tan engreído y  seguro de ser aprobado por el mismísimo Dios, que olvidaba el don de agradecer, y en lugar de eso, era un hombre pedante, pesado, egoísta y ego centrista, esperaba y deseaba que todos le den pleitesía, hasta quiénes no pertenecían a su religión. Para mí, siempre fue un estúpido, vago con suerte, diría yo; nada más que eso. Y claro que fue una lección para mi: nunca ser como él. Por esa clase de tipos, y varios más con los que me topé en la vida, aprendí a detestar la hipocresía, sea esta religiosa o común. Agradecer no creo implique solamente inquinarse, golpearse el pecho por unos minutos en un rezo u oración y decirle simplemente a Dios “gracias por lo dado”. Agradecer, es un término más noble y por tanto de gigantes proporciones, agradecer significa una actitud hacia las cosas, hacia todo, ver lo que tienes y te rodea con una sonrisa, no importa si uses zapatos “nike” o “niki”, si vivas en una casa de cartón u hormigón, la clave está en agradecer que tienes algo con qué forrar el cuerpo, y apalear el frío de la noche, que tienes vida. Agradecer significa ver a tu alrededor a los desdichados, a aquellos que están en peores condiciones que tú y ponerte en su lugar, darte cuenta de lo privilegiado que eres y ver la manera en cómo les puedes echar una mano. Agradecer es ver cómo alguien no vidente sonríe, cómo un niño especial intenta jugar sin darse aparentemente cuenta que él no es igual al resto. Agradecer, se convierte en felicidad por reconocer que estás mejor que muchos, sino miles. Vivimos en un país jodido por plagas de dos patas y corbatas, artimañas que roban ilusiones desde el púlpito y los poderes del estado, ¡pero aún así, somos ricos!, somos un pueblo que no conoce un huracán, o un tsunami, o el hambre extrema. Tenemos aunque sea un guineo para llenar el estómago, tenemos gente que sonríe. Podemos sonreír.
La verdad, es que todos tenemos todo para ser felices, pero siempre preferimos no verlo. Estamos tan acostumbrados al dolor, a la tortura del pasado, o el terror al futuro que simplemente cerramos las puertas a la cordura para sumirnos en un estado de letargo mental, llenándonos de envidias y complejos absurdos. Vemos el pasado, los problemas, los traumas y las heridas simplemente como algo negativo, y no es así, si te caíste es porque necesitas aprender a levantarte, el éxito en la vida no es no equivocarse, sino, en saber levantarte para sacarle provecho a la caída. De otra forma ¿cómo aprenderemos?. Aquí otro punto, agradecerte a ti mismo por las “metidas de pata” que hiciste, ¿por qué? Porque de no haberte equivocado, lo más seguro es que nunca habrías aprendido dicha lección, hay cosas en la vida que se aprenden escuchando, otras…simplemente viviendo. Es falso que puedes ir por la vida evadiendo los errores, llevando una vida inmaculada, eso es solamente ponerse una máscara de hipocresía y falsa austeridad.  Equivocarte y recapacitar, te hace –en mi idioma- menos humano, o sea, más espiritual. Digo menos humano, porque nuestra especie es una especie que mayormente se inclina a lo malo, y tendemos a ser perversos, prefiero no comparar a la especie humana. Sino a la animal, los animales sienten mejor, viven sin hipocresías y austeridades de cartón, ellos son como son. El águila para mí es la representación real del fénix, el humano que quiera ser mas noble, tendrá que ser como el águila.  No por nada la mitología romana lo comparaba con Júpiter –Zeus para los griegos-, por su poder y valor. Todos somos creación de un Dios Sempiterno, que nos dotó de cualidades. Seamos más animales para ser mejores…tristemente tengo que reconocer que mi especie es menos noble cuando es más humana. Pero qué le puedo hacer?, al menos, debo agradecer porque por pertenecer a ésta especie, puedo recapacitar para ser menos humana. 

sábado, 14 de mayo de 2011

Hace mucho tiempo atrás realmente sucedió...

Esta historia está basada en un hecho real, de algo que le sucedió a mi abuelo, sé de la misma por boca de mi tía, la mayor, pues no tuve oportunidad siquiera que mis abuelos supieran de mi existencia.
No había pasado mucho tiempo desde que había iniciado el nuevo siglo XX, el comercio era una forma de vida para muchos, y mi abuelo era uno de tantos comerciantes que viajaban a la frontera a fin de suplirse de los elementos necesarios para continuar con sus negocios. Cada 15 días se despedía de su esposa, sus ocho hijos y tomaba el fatigoso trayecto desde su natal Ambato hacia la frontera sur del país, la provincia de El Oro, en busca de telas a entre otros objetos más para su comercio.
En Ambato, las vecinas de la señora de Ruiz conocían los viajes que había su esposo, y conocían también que en la provincia de El Oro, le pertenecía un puerto en dónde llegaban barcos de exportación que daban la vuelta al mundo. Razón por la cual una señora se acercó a Don Ruiz para encomendarle que le consiga una piedra imán, que de esa piedra conocen los pescadores y navegantes, le pagó por adelantado una buena suma en sucres –moneda de la época-. Don Ruiz sorprendido por aquel extraño pedido, inquirió a la señora sobre el por qué de semejante necesidad. Ella le explicó que su marido se había ido de casa y que con esa piedra podría hacerlo volver. Don Ruiz como hombre incrédulo y ateo, no siguió preguntando y se dispuso a conseguir la extraña encomienda. Al cabo de varios meses consiguió dicha piedra, la obtuvo por encargo, a un pescador de uno de los buques grandes que avanzaban a medio mar. Volvió a Ambato con el encargo, pero para su sorpresa la señora ya no quería saber nada de la piedra,  su marido había regresado, y por tanto, ya no le interesaba así que despachó  a Don Ruiz con la piedra en las manos.
Don Ruiz extrañado volvió a casa con el raro objeto, platicando con un amigo más tarde le comentó lo sucedido y su posesión de la piedra; que después de tanto trabajo que le costó conseguirla, ahora la señora la rechazó. El amigo le dijo que no la tirara, que en lugar de eso aprovechara y le diera uso, que aquellas piedras ejercían gran poder sobre los espíritus para que uno de ellos se le revele y le enseñe un vasto tesoro, que como él viajaba a la provincia de El Oro, lugar rico en minería podría conseguir ahí siete piedras que él le detalló y las pusiera junto a la piedra imán con un objeto de oro, y dejara reposar por siete días debajo de la cama en un recipiente de vidrio. Don Ruiz, hombre incrédulo como era, soltó una risa burlona, a lo que su amigo le retó a que haga la prueba, o sino que se la cediera a él. Mi abuelo se vio tentado a seguir el consejo de su amigo, quién se veía muy convencido de la “receta mágica” a la riqueza.
Volvió a la provincia de El Oro con la piedra en la maleta, luego de varios meses  consiguió lentamente las piedras que necesitaba, en un envase de vidrio puso las piedras alrededor del imán y una cadena de oro sobre el mismo, las ubicó debajo de la cama. Diciendo en sus adentros que de esa forma cuando vuelva a Ambato se burlaría de la ingenuidad de su amigo.
Pasaron los 7 días, y llegó la luna llena en el día séptimo, según lo indicado. Pero Don Ruiz ni había llevado la cuenta, al final ni creía ni le interesaba el asunto. Se acostó a dormir como acostumbraba en su estadía en la provincia, solo en una habitación que solía rentar, en la Zaruma de antaño, un cuarto en la segunda planta de una casa mixta. El frío propio de la zona no lo acobardaba, en su natal Ambato era costumbre arroparse bien para dormir. Cuando el reloj llegó a las 3am. Un viento fuerte y helado golpeó abriendo las ventanas con jambas de madera,  y un frío gélido invadió la habitación. Don Ruiz se levantó, vio la hora y cerró las ventanas, pensó que iba a llover, se añadió un cobertor más y se volvió a meter a la cama. El frío había aumentado y el resplandor claro de la luna se desvaneció, la oscuridad inundó la habitación, daba igual para el necio Ruiz, hasta que otro ventarrón  abrió las ventanas de nuevo, y en la puerta principal que daba a la pedregosa  calle se escuchó el golpeo fuerte como de un puño. Don Ruiz se levantó a ver desde la ventana, y no había nadie, las calles estaban en ausencia de vida, solo se oía el reciente aullar del perro de al lado, que hacía eco en la distancia. Don Ruiz volvió a la cama, creyendo que se trataba de una treta del viento que azotó con fuerza. Al cabo de unos instantes, de nuevo se oyó el golpeteo grave de la puerta, como si se dispusieran a derrumbarla en dos golpes, de nuevo Don Ruiz vio por la ventana y una vez más no había nada. Volvió a la cama resuelto a no inquietarse por los juegos del viento. Ya no se escuchó más sonar la puerta, el viento cesó y en su lugar un frío tétrico sumergió la habitación en una tensión cortante.
Don Ruiz empezó a sentir un creciente temor a algo desconocido. Al cabo de unos instantes –que le parecieron eternos- empezó a oír el crujir  de las escaleras, se oían pasos lentos y graves que ascendían por los peldaños de madera que conducían a su cuarto. Nunca se oyó abrirse la puerta, pero los pasos se oían como si pertenecieran a un hombre de zapatos de suela corpulento y extremadamente pesado, porque se podría sentir como la casa se estremecía ante el extraño visitante. Esta vez Don Ruiz se sintió lleno de temor y terror. Los pasos ascendieron a una marcha lenta y agónica para los nervios de Don Ruiz que se llenó de pánico paralizante con lo que sucedió a continuación. El extraño sujeto se quedó de pie ante la puerta del cuarto donde se encontraba Don Ruiz, se podía oír su respiración, en instantes resoplaba como un toro, tocó la puerta que parecía que se iba a derrumbar a cada golpe más que daba. Luego una voz gravísima resonó con el nombre de Don Ruiz que decía: “Segundo, Vamos”, le llamó. La voz de ultratumba espeluzno la piel de Don Segundo Ruiz, fue la primera llamada de varias que le hizo el misterioso sujeto desde el otro lado de la puerta con insistencia, le llamaba: “Segundo, vamos”; “Me llamaste, ahora ven”. Segundo Ruiz cundió en pánico, no se atrevería retirarse las sábanas siquiera; por un momento que se le hizo eterno, permaneció la voz llamándole.
Tras una larga pausa, se escuchó como los pesados pasos cruzaron la puerta sin moverla y se acerco a su cama. Don Segundo podía sentir la presencia de alguien parado a lado de él; el frío se hizo más congelante, podía percibir su respiración que emanaba un desagradable olor mortecino. Era evidente que algo o alguien estaba allí;  más Don Segundo no se atrevía siquiera retirarse las colchas para observar con fijeza, la voz se volvió a resonar con su llamado. “Segundo, vamos”, “Ven conmigo”. Acto seguido sintió como una mano gigante y terriblemente helada lo tomaba del brazo y lo sacudía llamándole. Don Segundo petrificado del miedo nunca se levantó. Las horas pasaron interminables, Don Segundo, aseguró haber sentido la presencia del extraño ser hasta que la luz rayó la noche y el amanecer iluminó el nuevo día; atestiguó que ahí recién concilió el sueño. Pasadas las horas por fin despertó, en la confusión de quién recién despierta se aseguró a sí mismo que aquellos terribles recuerdos no eran más que las alucinaciones de una espantosa pesadilla. Se levantó y lavó la cara, y al cambiarse  la pijama se aterró al ver en su brazo la marca de una mano grande claramente formada en un moretón  que le tenía el dolorido brazo. En ese instante dio crédito a que lo vivido no se trataba de un simple sueño. De inmediato vio debajo de la cama y ahí estaba el receptáculo de vidrio, estaban las piedras, el oro, menos la piedra imán. Así Don Segundo terminaba de confirmar sus dudas sobre lo sucedido, apenas si se vistió y corrió al río más cercano y arrojó el envase con todo en el cauce. Desde ese día el ateo e incrédulo Segundo Ruiz, empezó a creer en Dios, pues decía: “Si seres espirituales malignos existen, ¿por qué Dios no?.

martes, 26 de abril de 2011

Sobre Mi

El paso inexorable del tiempo me abruma, si apenas me queda el sabor del aire entre las manos...ya llegará el tiempo en el que descubra la verdad, que simplemente existí.
Esperando la muerte como todos en este planeta, continúo caminando a pasos lentos, a veces, a pasos rápidos. Y no dejo de preguntarme, ¿por qué estoy aquí?, se supone que sé la respuesta...pero a estas alturas, creo que la perdí.
La manera en la que nos deformamos mientras crecemos me asusta, aún estoy joven, pero ¿cuánto falta para que arrastre mis pies hacia los peldaños de la vejez?, poco muy poco...ayer era la niña inocente, hace unas horas la ave caída y herida que bebía el veneno del dolor, ahora...creo ser feliz, pero ¿cuánto durará?...
la vida no es más que eso, sonreír, llorar, y volver a llorar. Cuando eres feliz, sólo tienes que disfrutar porque no pasarán las horas y volveras a regresar...los que vivimos en la rueda moscovita no tardamos en descender de los cielos a los infiernos.
¡Existen tantos misterios en la vida, tantos y tan poca vida para desenmascararlos!, creemos ser libres cuando somos esclavos, y la verdad, es que mientras tu alrededor domine tu existencia jamás seréis libre. Y es mayor el amor a aquellos que te rodean que a ti mismo. Y los misterios siguen ahí, ocultos cual caja de Pandora que espera ser descubierto. Y yo, llegaré a la vejez y tal vez jamás haya descubierto alguno.
Recuerda, "las mentes pequeñas siempre atacan lo que no entienden", y desgraciadamente en este planeta lo que más hay son esa clase de mentes, cerradas, que no quieren ver mas allá. Y ahí estamos, en medio de la nada, obligados a seguir las tradiciones, a remarcar los pasos del ayer, atados para ser "libres".
Si al menos, pudieramos hacer menos daño, si al menos podríamos amar más y hablar menos del amor. La gente dice amar a Dios, se golpean el pecho, se cortan las venas, pero olvidan la verdadera razon de creer en El. Amarle a Dios y al prójimo, el mundo entero está infestado de hipocresía religiosa, ¡cómo la detesto!, fingen austeridad cuando hasta en el cenit de la "pureza y sacrificio" no les importa pisar a los huérfanos a fin de que uno de sus hijos o ellos mismos tengan ventaja. Y a ¡éso llaman amor?; prójimo, considero son todos aquellos con quienes compartimos nuestro hogar...llamado tierra, aquí no sólo viven humanos, sino seres dotados de espíritu viviente, animales que son realmente inocentes, que tienen el don de amar, y que curiosamente saben amar mil veces mejor que millones de humanos. Y a ellos, que nos aman, les hacemos daño. La raza humana...me averguenza ser de esta especie, llena de odio, rencor y maldad.